El samurai adopto un segundo gato, muy astuto. Desconfiado, el raton solo aparecia cuando aquel se dormia. Entonces le trajeron al samurai el gato de un templo zen. Tenia aspecto distraido, era mediocre y parecia siempre soñoliento. El samurai penso: no sera este el que me librara del raton.
Sin embargo, el gato, siempre soñoliento e indiferente, pronto dejo de inspirar precauciones al raton, que pasaba junto a el sin apenas hacerle caso. Un dia, subitamente, de un zarpazo, lo atrapo.
Por Taisen Deshimaru. Del libro "La practica del zen" en Ediciones Kairos.
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Jaume Guinot
Gabinete de Psicologia - Colegiado 17674
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